La ruta empieza en la plaza del Ingenio de Frigiliana, bajando por la cuesta del Boticario o de
Apero hasta el cauce seco del río Higuerón.
Técnicamente es complicada en los tramos de la acequia y en el último tramo del río, donde
hay que superar varias cascadas, ayudándose de cuerda en algunos casos.
Nosotros realizamos la ida subiendo por el precioso camino al castillo de Frigiliana, la alberca
o pozo de Lízar con sus molinos y las minillas o arquitectura que permitió a los moriscos
abastecer de agua a sus tierras y, en tiempos más recientes, llevar agua a los distintos
"ingenios" (nombre utilizado para las máquinas o motores que transformaban la caña de
azúcar en miel).
Quitando este tramo periurbano, la ruta tiene dos partes claras:
- Acequia de Lízar, con una primera parte con pasarela e incluso tramex enrejado por encima
de la acequia durante un 1.5 km por una zona con grandes y peligrosos escarpes. Luego
tenemos otro kilómetro sin pasarela ni protección alguna, aunque se anda por el borde de la
acequia cementado, hay algunos puntos deteriorados, que se pueden realizar perfectamente,
excepto personas con vértigo. En cualquier caso, es un sitio donde hay que ir muy
concentrado, sin posibilidad de despiste, tropezón y caída.
- Río Higuerón con sus cahorros medios y altos. Al principio, desde la cruz de Napoleón hasta
la surgencia tenemos un exiguo arroyuelo de agua que nos invita a saltar de vez en cuando
para cruzarlo. Al llegar a una aparente acequia que resulta ser una surgencia que abastece el
arroyuelo que hemos andado, nos encontramos con un tramo totalmente seco, un auténtico
pedregal, aunque más bien son cantos rodados por la acción erosiva del agua del río con
lluvias torrenciales.
Al llegar a la toma de agua de la acequia de Lízar, nos damos cuenta del deterioro de la
acequia y acierto de haberla dejado a tiempo. A partir de ahora el cauce del río aumenta
considerablemente porque prácticamente toda el agua se la lleva la acequia.
Intentamos no hacer la ruta acuática y seguimos con nuestras botas, mojándolas un poco,
pero sin llegar a los calcetines gracias al goretex. Sin embargo, llega un momento en que
vemos más sensato y seguro ponernos unas zapatillas que se puedan mojar. Estamos en las
cahorros (cañón o cerrada) intermedios.
Después de una bifurcación de barrancos, llamados ambos Higuerón, en el que tomamos el
de la derecha que lleva agua, entramos en los cahorros altos o de Pichirri, por el nombre del
cerro al que rodea. Cada vez encontramos más cascadas pequeñas hasta llegar a otras en
que tenemos que buscar la forma de subirlas, aunque sin dificultad excesiva.
El primer obstáculo serio está en una roca de mármol dolomítico, por lo tanto, lisa, junto a una
cascada que solo se podían salvar con una cuerda. En lugar de la cuerda, ahora han puesto
unas grapas de hierro de las que se ponen en las ferratas, además de una cuerda con nudos.
Requiere fuerza y habilidad para subirla, pero mucho más para bajarla. A la izquierda hay una
escala de cuerda con peldaños metálicos que se queda corta. Ninguno la utilizó.
Inmediatamente nos encontramos con una bonita cascada en forma de tobogán, por donde
había una cuerda, bastante dificultosa de subir. Ahora algunos montañeros voluntariosos han
ideado un trayecto de subida por roca con trepada y luego destrepada. Hay una precaria
cuerda en la subida, que hay que saber utilizar o la caída es segura.
A partir de este momento tenemos un tramo mágico de aguas encajonadas por los mármoles
sacaroideos blancos con bañeras, pozas, aguas rápidas hasta llegar a la cascada final, de
unos cuatro o cinco metros de altura que discurre en medio de una cascada pétrea de toba o
travertino. Lo más sorprendente respecto a cómo estaba hace unos años es la
sobreexcavación del agua que ha originado una poza profunda dado el gran caudal de agua.
La vuelta la haremos por el curso del río hasta Frigiliana.